Protagonistas e invitadas: reflexiones sobre el papel de la mujer en el arte

Llevo unos días queriendo plantear un artículo donde poder desarrollar, de manera más o menos extensa una serie de ideas a las que hace tiempo dándole vueltas y que, con la última exposición que ha estrenado el Museo del Prado, me ha ayudado a volver a reflexionar sobre ese tema como es el papel de la mujer en el arte, especialmente en mi campo de investigación enfocado en el siglo XIX. 

A esto hay que unirle que, durante el confinamiento, encontré una tesis doctoral que trataba sobre la percepción del desnudo femenino en el arte y, empezando a “gulusmear” los capítulos vinculados a la edad contemporánea, empecé a visualizar las situaciones que debieron de pasar aquellas mujeres que intentaron “colarse” en el mundo del arte. 


En relación a la exposición, la web del museo la describe de la siguiente manera: 


La exposición “Invitadas” muestra un recorrido por la situación de la mujer en el sistema del arte español a través de algunas de las obras menos conocidas de la colección del Prado de los siglos XIX y principios del XX y de un pequeño pero significativo grupo de préstamos de otras instituciones.”


Se remarca mucho el hecho de que la mayoría de obras son propias, queriendo dejar claro el afán del museo por “rebuscar” en sus fondos para darles una nueva vida y sobre todo, mostrarlos al público con el fin de hacer visible el papel de la mujer en el arte.


Pero también resulta importante por reflejar el principal fin por el que la mujer apareció en muchas de las pinturas y es que: 


En todos estos espacios las mujeres que aparecen son pocas veces protagonistas por voluntad propia y rara vez están en los lugares que desean; sólo fueron invitadas incómodas en la escena artística de su tiempo.”


El papel de la mujer en el arte, especialmente el del periodo contemporáneo, sirvió en muchas ocasiones para marcar las directrices de lo que debían o no debían ser y hacer ante la sociedad. Se “marcaban” para siempre por comportamientos que se veían como “poco apropiados” en todo aquello que se salía de una vida dedicada a cuidar de la familia y de sus hijos. 


La mujer como pintora directamente se mostraba como una figura descarriada, alejada de ese “verdadero cometido” de madre amantísima previamente citado, así como tampoco se la veía preparada para afrontar pinturas complejas. Mujeres que se dedicaban a pintar bodegones, pequeñas escenas o a copiar cuadros, ese era, desafortunadamente, el panorama artístico femenino que se había planteado hasta el momento. Por no hablar de las trabas que se ponían a las jóvenes que intentaban entrar en las escuelas de Bellas Artes. 


Tornant de misa, c.1909, Lluïsa Vidal 
Fuente imagen: Wikipedia. 


Otro asunto era la mujer como objeto, mucho más habitual. La fémina que acompaña como modelo del pintor, que también implicaba una etiqueta impúdica para aquellas que osaban posar de alguna forma más o menos indecorosa ante los ojos del artista. Acordémonos de la pobre Carmen de Mariano Fortuny y su monte de Venus a la intemperie, o cómo por Córdoba se escuchaban los cuchicheos y las anécdotas que se contaban de aquellas jóvenes que osaban posar ligeras de ropa para Julio Romero de Torres, lo cual le hicieron ganarse a él una fama de Casanova y para ellas, la etiqueta de buscona. 


Porque si la joven aparece “ofrecida” ante el espectador se presupone una invitación a hacer lo que sea con ella, como si salir en un cuadro mostrando un pecho o una liga te diera pie a que se sobrepasen contigo, a que te tomen por una cualquiera. 

Si repasamos un poco los desnudos más polémicos de la Historia del Arte, han sido siempre aquellos donde las mujeres no sentían vergüenza de mostrar sus atributos y miran fijamente al espectador sin esconderse por estar desnudas. Zoraida de Artèpolis nos traía la historia de la modelo del famoso cuadro de Manet y su Olimpia, tantos años pensando que la pobre era una prostituta, cayendo en la trampa del estereotipo y resulta que era una famosa pintora de la época. 


Si queréis saber más, os dejo su interesante artículo en su blog. 


El hombre que triunfa y la chica que siempre pierde, es curioso. 

Olympia, 1863, Édouard Manet. 
Fuente imagen: Wikipedia. 

Luego nos echamos las manos a la cabeza cuando escuchamos noticias sobre comportamientos o ataques machistas. 


Porque si la mujer no aparece recatada, con un mínimo de vergüenza ante la situación que está pasando, no se “perdonaba” el hecho de que apareciera desnuda en un cuadro. Si lo hacía con una postura libre, desinhibida, la sociedad clamaba al cielo porque esa pobre desgraciada no cumplía con lo que la sociedad esperaba de ella.


De esas actitudes nacerán esas primeras “femme fatale” que luego se extrapolarán al mundo del cine, todas ellas mujeres que valientemente disfrutaban de su sexualidad y de su vida sin tapujos apareciendo en obras de Arte y generando una nueva construcción estética en su entorno. 


Rubens ya sufrió en sus carnes las quejas de sus coetáneos barrocos porque utilizaba mujeres en posturas diferentes y, sobre todo, porque lo hacía con modelos de su entorno, “demasiado grandes” para el gusto de la época. (Body shaming del siglo XVII).


Como ya veíamos en otras ocasiones, este tipo de ideas no sólo se aplicarán a las mujeres que se dediquen al mundo del arte, sino que también sufrirán los juicios de la sociedad aquellas mujeres que se atrevan a viajar y contar sus peripecias por el mundo. Pero, igualmente para no meterme en más embrollos, si queréis saber más sobre este tema mis amigos de Cultius Culturals tienen un artículo que escribí donde me enrollo más sobre el tema. 


Para finalizar, me llama la atención como se tratan este tipo de eventos al hilo de “la moda” del feminismo. Como si un movimiento que aboga por derechos fundamentales de la mitad de la población mundial fuese una tendencia pasajera, como un vestido de cuadros o un par de botas de piel. 


Veo muy necesario que instituciones como el Prado apuesten por este tipo de exposiciones y que intenten desquitarse la etiqueta de organismo anticuado y que no está al día de lo que hay que hacer en los tiempos que corren, por ello, les aplaudo y deseo poder tener la oportunidad de visitar el espacio. (De momento me conformaré con intentar hacerme con el catálogo. 😅) 


Como también veo necesario que no perdamos de vista todos los desmanes y barbaridades representadas en ese tipo de obras para comprender hacia dónde vamos y qué tipo de comportamientos y actitudes no hay que repetir. 


Porque estudiar y comprender el pasado para afrontar el futuro de la mejor forma posible (y más igualitaria).


La tesis que os comenté y de la cual he sacado info la tenéis aquí:


Alejandra Val Cubero: La percepción social del desnudo femenino en el arte “siglos XVI-XIX”. Pintura, mujer y sociedad. Universidad Complutense de Madrid, 2001. (Si la buscáis en internet se puede descargar). 


Si habéis llegado hasta aquí, mil gracias! 💜


Ángela


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