"Guiris" románticos

No os ocurre en muchas ocasiones, que estáis algo cansados de oír cómo los turistas cada vez que oyen la palabra “Andalucía” (algunos más perdidos sólo con oír “España”) empiezan a hacer aspavientos con las manos y a gritar “olé, olé”. 

Es fácil caer en el estereotipo, y nuestra tierra muchas veces tiene mucho de eso, quizás porque se ha sobreexpoltado de forma poco adecuada, quizás por error o conveniencia, por un poco de ambas cosas. El caso, es que la razón de que seamos uno de los puntos de nuestro país con más topicazos turísticos tiene, quizás, algo que ver con los colegas que veíamos de la “movida” romántica.

Como decíamos, en muchas ocasiones, el origen de una tradición o un evento tiene un comienzo mucho más complejo de lo que a primera vista puede parecer. Es el caso de la manía que tienen los turistas en pensar que nuestro país son “toros, flamenco y fiesta” y sobre todo en confundir con que España sólo se representa mediante Andalucía, o Andalucía bien representa a España, simplificando nuestras tradiciones a una cosa general que nada tiene que ver con la realidad. 

Todo esto tiene un origen algo más rebuscado de lo que pueda parecer. No todo empezó con el boom del “Spain is different” que prometían las campañas publicitarias del tardofranquismo. Aquí jugó también un papel muy importante los primeros señores que se acercaron a conocer nuestra país y, sobre todo, Andalucía y ciudades como la nuestra. 

Los viajes eran algo que no todo el mundo se podía permitir, evidentemente, y, en un principio los viajeros solían ser gente perteneciente a la nobleza y burguesía que se daban sus primeras tournée, principalmente por Europa. Los hijos de estos burgueses realizaban lo que se llamaba el “Grand Tour”, una suerte de Erasmus del XVIII donde se tiraban una temporada visitando principalmente Italia y Grecia (hello Neoclasicismo), consideradas como las cunas de la civilización que TAN de moda se habían VUELTO A PONER. Estos chicos eran miembros de clases pudientes que, con este “rito de iniciación”, hacían como una suerte de bautismo de adultez viajando y conociendo los orígenes de la cultura europea. 

Algunos de estos personajes vinieron a Córdoba, curioseando en una ciudad completamente diferente de lo que se pudiera esperar en una ciudad como Roma. Estos primeros visitantes, más cercanos a los preceptos de la Ilustración, acabaron horrorizados por la falta de regularidad de nuestras calles, lo mal empedradas que estaban… Eso sí, con la Mezquita-Catedral fliparon, como lo hace todo el mundo. 

Lo que también pondrán de manifiesto estos personajes, en común con los viajeros de época romántica, es la presente decadencia que notarán en una ciudad como Córdoba. Parecía como si se hubiera “congelado” en el tiempo.



Guadalquivir river in Córdoba, 1832, David Roberts (Fuente: Wikipedia)

Las contiendas, las diferentes desamortizaciones que sufrieron los edificios y el abandono de los mismos tampoco ayudaron mucho para que la imagen de Córdoba mejorara. Pero eso a los románticos les vino fetén. 

Con el cambio de siglo, el Romanticismo trajo los cambios que os comentamos en el post anterior: principalmente el gusto por lo medieval, sobre todo por todo lo que tuviera que ver con el pasado oriental de nuestro país. Así que Córdoba, de repente, se convierte en el destino “top” de estos nuevos “guiris” románticos. Encontraron todo lo que se puede buscar en Oriente, pero sin salir de Occidente. Como comenta el profesor López Ontiveros, se estableció una línea imaginaria, para nada peyorativa, como una regla no escrita que delimitaba un “África empieza en Despeñaperros”, pero en plan bien, de buen rollo, en plan:

- Uuh, es como estar en Damasco pero sin estar - *sips tea*.

Los patios, las calles sin salida, la belleza racial de las mujeres, nuestra omnipresente mezquita, de repente, se convierten en atractivos a explotar mediante dibujos, pinturas y, cómo no, libros de viajes. Algunas de las primeras guías las escribieron señores famosos como Richard Ford con su “Handbook for travellers around Spain” lleno de recomendaciones para viajar por nuestro país, y donde Córdoba ocupó varios de sus dibujos. 

O nuestro colega Théophile Gautier, que dejó testimonios  para caerte pa’ atrás, como éste:

Córdoba tiene un aspecto más africano que cualquier otra población de Andalucía; sus calles, mejor dicho, sus callejas, […] no tienen nada que recuerde los usos y costumbres de Europa. […] Si pudieran volver los moros no tendrían que hacer gran cosa para instalarse nuevamente.

Manola, c.1900, Julio Romero de Torres,
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Fuente: ídem
Tampoco podemos olvidar a Prosper Merimée, el autor de la novela “Carmen” culpable (junto con nuestro amigo Julio Romero) de que todo el mundo (españoles incluidos) esperan encontrar en Andalucía algo más parecido a esto →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→

Pero no señores, no vamos todo el día con el mantón y la flor en el pelo (OJALÁ yo así todos los días) ni tampoco nuestros chicos parecen bandoleros, Andalucía y Córdoba, hablando desde nuestra casa, somos muchas más cosas. Sin embargo y como se suele decir, siempre hay que empezar por algo, y en nuestro caso los tópicos que todavía se escuchan sobre nuestra región resonaban ya en la opinión de turistas de hace 200 años. 

Durante las siguiente semanas, os iremos acercando algún que otro testimonio interesante sobre esto “señores que viajan” y que empezaron a flipar con nuestra ciudad y sobre todo, dejaron imágenes en cuadros y dibujos que ahora nos sirven a muchos de nosotros para saber qué aspecto presentaba Córdoba en el siglo XIX que, por desgracia, no vivía su mejor momento. Pero esto, ya os lo dejamos para otra ocasión. 


Gracias por llegar hasta aquí y feliz lunes!

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